Resulta sumamente curioso, que al salir de un concierto de Reincidentes, camino a la salida de un festival, al pasar por un escenario, unos acordes y una voz desgarrada te transporten a una época que nostálgica, no queda tan atrás, pero muy fuera del panorama actual. Aun lo es más si cuando miras desde la lejanía, la imagen te sorprende con Kurt Cobain, sin que en él haya pasado el tiempo, con la misma ropa medio raída, subido a un escenario con su característica impavidez, con su fuerza que emana de dentro, casi inmóvil moviendo todo lo demás. Al lado también esta Krist al bajo, saltando de un lado a otro. La batería ensordecedora podría ser la del Grohl del Foo Fighters actual... aunque no alcanzo a ver. Y entonces llega, lo que seguro, más noqueará, sin lugar a dudas. Finalizado el último estertor, el último aullido potente. Un acento granadino hasta ahora desconocido en Seattle, anuncia el nombre de la banda: The Buzz Lovers. Banda tributo a Nirvana, cuatro lustros después. Y el mérito que tienen.
Nunca fui fan de las bandas tributo. No comulgo con la idea de vivir de la música, creatividad o ideas de alguien anterior a mí. Mucho menos de su estética y parafernalia que deja todo en un simple chiste, en una copia burda. Incluso por momentos me asalta la idea de que Kurt nos dejó por cosas como esta. Sin embargo hay que reconocer el valor de este tipo de bandas. A las 5 de la mañana finalizado los demás conciertos de los festivales, oír bandas míticas de las que todo el mundo conoce las letras como la palma de su mano, que lógicamente han de haber sido muy grandes musicalmente, genera un ambiente muy bueno y suele dar muy buenas vibraciones ya que rompe las fronteras musicales que fluctúan en este tipo de evento por la diversas y a veces complicadas mezclas propuestas desde la organización, a veces rara, a veces sin cuadrar del todo.
En el caso del grunge, quizá debido a su extinción casi premeditada, casi vaticinada desde su comienzo, (en el caso de nuestro país torturada y vilipendiada hasta los mayores sufrimientos con un infame álbum llamado “Follow the city lights”), hace mas mágico el asunto. Es algo que ya no puedes ver, y aunque no sea lo mismo, puedes de alguna manera, en una ínfima parte sentir algo de aquello.
Poder saltar Rape me, About a Girl o Come as you are, como si de hace una veintena se tratara. Ver unos pantalones rotos sin que te parezcan salidos de una moda comprada y utilizada del corte inglés. Es especial.
Puesto a copiar. Claro que sí. Copiemos lo mejor. Rememoremos de lo que ya no queda.
RAÚL BARRON
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