miércoles, 11 de diciembre de 2013

Estadísticas culturales oficiales: Plataformas en streaming y sus consecuencias

Querido lector, antes de leer las siguientes líneas, quisiera aclararle que cuando las escribo lo hago en gran parte olvidando mi faceta de estudiante de periodismo y dando paso a mi faceta  de persona con (corta) experiencia como músico . Y es que del Cuadro Resumen del Anuario de Estadísticas Culturales del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte el indicador que más me impactó fue sin duda el del paulatino decrecimiento de la recaudación de derechos por propiedad intelectual, cerca de un 40% en los últimos 3 años.

Dado que el campo artístico que más cerca me queda es el musical, quisiera hablar de lo que a mi modo es un indicador más de la lenta muerte de la industria musical clásica: La aparición de plataformas musicales de difusión “mainstream” como Spotify. El que escribe es un usuario habitual de la citada plataforma, por la que pago un canon mensual simbólico que me otorga acceso total a una infinita biblioteca musical. Pero, ¿alguna vez nos hemos preguntado cómo afecta esto a los artistas musicales?
Los servicios de streaming pagan fracciones de centavo a las compañías discográficas cada vez que suena una canción; una parte va a los intérpretes y a los compositores como derechos de autor. A diferencia de los derechos de una venta, estos pagos se acumulan cada vez que un oyente pincha sobre una canción, año tras año. Spotify tiene 20 millones de usuarios en 17 países, y cinco millones de ellos pagan entre US$5 y US$10 al mes por el servicio sin anuncios.

La realidad es que  las plataformas de emisión de música en streaming han generado un panorama en el que “superartistas” mundiales  que poseen discográficas, como Jay-Z,  son los únicos que se benefician inmensamente al tener una ingente cantidad de reproducciones que les proporcionan una recaudación por derechos muy jugosa. Mientras, artistas emergentes con un volumen de escuchas considerablemente menor y un sello discográfico de por medio se ven abocados a recibir cantidades irrisorias en concepto de derechos de propiedad intelectual.



 "Los ingresos son muy pobres y hay un efecto negativo en las ventas porque los discos pierden en estas plataformas su singularidad y carácter especial al ser explotados como mercancía gratuita o de muy bajo valor". Son palabras de la plataforma STHoldings, que en el año 2011 retiró material de más de 200 sellos discográficos británicos de Spotify.

Pongamos un ejemplo, la artista estadounidense Zoe Keating: Las cifras que la chelista de la banda canadiense Rasputina publicó en su Tumblr reflejaban lo duro en que se ha convertido el trabajo de músico hoy en día. Luego de que sus canciones fueran escuchadas más de 1,5 millones de veces en la plataforma de streaming Pandora, Keating ganó US$1 652,74. En Spotify, 131 000 reproducciones le supusieron unos ingresos de US$ 547,71 dólares, algo así como 0,42 centavos de dólar al día.

La banda madrileña The Midnite Special


La otra cara de la moneda y principal argumento de defensa de la plataforma nórdica es la promoción y visibilidad que estar en ella otorga a grupos "pequeños". David Alonso, guitarrista de la banda madrileña The Midnite Special comentaba a Acordes de Plata lo siguiente: "La gente te toma más en serio por estar en Spotify y es más fácil llegar a públicos lejanos". De igual manera, Nacho Quintero, frontman de la banda, critica la falta de transparencia de la plataforma a la hora de saber qué volumen de escuchas real tienen: "No tenemos ningún medio donde mirar cuánto nos toca recibir por derechos ni cual es el baremo real para definir estos ingresos".

Con tantas dudas en el aire, lo que es innegable es que Spotify deberá trabajar en aras de un reparto de derechos más justo, puesto que por lo que parece por ahora esa falta de transparencia puede indicar que los que se siguen llevando tajada de este modelo son las accionistas y las discográficas. Las opiniones al respecto son tan numerosas como diversas, pero os dejamos con la de  Thom Yorke, conocido vocalista del grupo Radiohead y actual miembro de Atoms for Peace: “El ‘mainstreaming’ es el último respiro de la vieja industria musical y que eventualmente morirá y llegará otra cosa”.

Restauradores de arte: Perpetuando el legado artístico

Jorge García Gómez Tejeiro, jefe del Departamento de Restauración del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, estuvo el pasado miércoles 4 de Diciembre en la Facultad de CCINF para ofrecer una charla en la que desgranó los entresijos de su peculiar oficio dotándonos de un punto de vista extra acerca del arte.

La labor de un restaurador es más clave de lo que a priori podemos pensar y es una de las primeras conclusiones a las que llegábamos al escuchar a Jorge. La perpetuación de una obra de arte histórica, las cuales tienen a veces cierto aura de inmortal o intocable, no sería posible sin estos profesionales. ¿Alguien se imagina un Guernica deteriorado, sucumbiendo al paso del tiempo, perdiendo sus texturas..? ¿No verdad? He ahí la importancia del restaurador.

La restauración de todos los fondos del Museo, el seguimiento de ellos en viajes e itinerancias, la investigación de posibles males en obras de exposiciones temporales y su posterior conservación son solo algunas de las funciones que el equipo de García Gómez Tejeiro lleva a cabo en el Reina Sofía.


De todas las frases del restaurador en la charla, se me quedó una grabada en la cabeza: “Me gusta que los restauradores tengan miedo al trabajar, porque eso produce respeto hacia la obra”. El legado de los grandes artistas tiene que ser tratado con extrema precisión y profesionalidad, puesto que a diferencia de otras obras del tipo musical o audiovisual, este legado sí es perecedero. Al menos si cae en las manos inadecuadas.

George Mélies y la cadena de los sueños

La exposición “George Meliés, la magia del cine” del Caixa Forum me hace reflexionar, destapar viejos recuerdos de la infancia y valorar la labor de los genios vanguardistas del cine.

La primera vez que oí hablar sobre George Mélies tendría la edad de 7 años y no levantaba un palmo del suelo. Uno de mis profesores de primaria, declarado cinéfilo, nos ponía cada viernes un trozo de película que él había escogido para la ocasión y El viaje imposible (1904) del maestro francés fue su elección uno de estos días. Lo recuerdo por la efusividad y admiración con la que hablaba a su joven audiencia sobre lo clave  y genial que había resultado Mélies en la historia del cine.

Si en pleno siglo XXI una de sus películas podía disparar la imaginación de un niño de 7 años, ¿se imaginan lo que suponía para un espectador cualquiera ver una obra de Mélies en la primera década del siglo XX? Imagínense viajando en el tiempo 100 años adelante y observar que la tecnología actual ha evolucionado tanto que lo que hoy imaginamos imposible sea perfectamente cotidiano y común.

Mélies, cuyo trabajo dejo infinitos herederos y admiradores que desarrollaron el cine hasta el punto en el que lo conocemos, inauguró asimismo el género de cine de aventuras y ciencia ficción. Ese cine que crea a un niño soñador, que sueña con llegar a la luna, descubrir el Nunca Jamás, convertirse en Rey de Narnia o ser el pirata más respetado del Caribe. El agradecimiento y admiración que merece el galo son irrefutables.

El gran Martin Scorsese le brindó el homenaje más bello posible al ilusionista francés en su película La Invención de Hugo. Su protagonista es uno de esos niños soñadores, que pudimos ser tú, lector, o yo, escritor, apasionados por la magia de un genio que llevaba nuestra imaginación hasta lugares insospechables.

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Mélies nos recuerda sobre todo una cosa. Da igual las trabas, las dificultades, los bloqueos o zancadillas que nos pongan en nuestras vidas, nuestra mente es maravillosa y siempre puede ir más allá y hacer a un niño cualquiera soñar por unos minutos. Y quizás el sueño de uno de esos niños se convierta en realidad en su madurez y consiga hacer soñar a otros niños en el futuro. Que sigan los sueños. Que siga la magia. Eso, jamás nos lo podrán quitar.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Obituario ficticio Mario Vargas Llosa


El premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa ha fallecido a los 77 años. El afamado,
novelista, ensayista y político peruano, ex candidato a la presidencia de su país de origen en 1990, deja mujer y 3 hijos en vida.

Tras pasar su infancia entre la boliviana Cochabamba y Piura (Perú), a los dieciséis años inició su carrera literaria y periodística con el estreno del drama La huida del Inca (1952). Poco después ingresó en la Universidad de San Marcos de Lima, donde cursó estudios de literatura. Viajó a Europa, donde empezó a trabajar en la Radio Televisión Francesa y fue profesor en el Queen Mary College de Londres
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Vargas Llosa publicó su primera obra, Los jefes(1959), con veintitrés años apenas, y con la novelaLa ciudad y los perros (1962) se ganó ya un prestigio entre los escritores que por aquel entonces gestaban el inminente «boom» literario iberoamericano. Estableció su residencia primero en París y luego en Londres (1867), de donde se trasladó a Washington y Puerto Rico.

Su madurez literaria llegó con La casa verde (1966), verdadera exhibición de virtuosismo literario, cuya prosa integra abundantes elementos experimentales, tales como la mezcla de diálogo y descripción y la combinación de acciones y tiempos diversos, recursos que empleó también en parte enLos cachorros (1967) y en Conversación en la catedral(1969), áspero retrato de la dictadura peruana de Manuel Odría.
En su quehacer novelístico posterior destacan Pantaleón y las visitadoras (1973), La tía Julia y el escribidor (1977), La guerra del fin del mundo (1981), en la que aborda la problemática social y religiosa de Iberoamérica, y ¿Quién mató a Palomino Moreno?(1986), basada en una investigación policial.
El conjunto de su obra literaria le valió el reconocimiento de la escena cultural mundial en premios tan prestigiosos como el Miguel de Cervantes en 1994,  el Príncipe de Asturias de las Letras en el 1986 y el ya citado Nobel de la Literatura que obtuvo en 2010. Este último premio supuso el broche de oro a una brillante carrera.

Muchas de las obras de Vargas Llosa, reconocido pensador liberal de ideología centro-derecha, estuvieron influidas por la percepción del escritor sobre la sociedad peruana y por sus propias experiencias como peruano; sin embargo, de forma creciente trató temas de índole social europea, tras residir durante años en diversos países del Viejo Continente.