La exposición “George
Meliés, la magia del cine” del Caixa Forum me hace reflexionar, destapar viejos
recuerdos de la infancia y valorar la labor de los genios vanguardistas del
cine.
La primera vez que oí hablar sobre George Mélies tendría la
edad de 7 años y no levantaba un palmo del suelo. Uno de mis profesores de
primaria, declarado cinéfilo, nos ponía cada viernes un trozo de película que
él había escogido para la ocasión y El
viaje imposible (1904) del maestro francés fue su elección uno de estos
días. Lo recuerdo por la efusividad y admiración con la que hablaba a su joven
audiencia sobre lo clave y genial que
había resultado Mélies en la historia del cine.
Si en pleno siglo XXI una de sus películas podía disparar la
imaginación de un niño de 7 años, ¿se imaginan lo que suponía para un
espectador cualquiera ver una obra de Mélies en la primera década del siglo XX?
Imagínense viajando en el tiempo 100 años adelante y observar que la tecnología
actual ha evolucionado tanto que lo que hoy imaginamos imposible sea perfectamente
cotidiano y común.
Mélies, cuyo trabajo dejo infinitos herederos y admiradores
que desarrollaron el cine hasta el punto en el que lo conocemos, inauguró
asimismo el género de cine de aventuras y ciencia ficción. Ese cine que crea a
un niño soñador, que sueña con llegar a la luna, descubrir el Nunca Jamás, convertirse
en Rey de Narnia o ser el pirata más respetado del Caribe. El agradecimiento y
admiración que merece el galo son irrefutables.
El gran Martin Scorsese le brindó el homenaje más bello
posible al ilusionista francés en su película La Invención de Hugo. Su
protagonista es uno de esos niños soñadores, que pudimos ser tú, lector, o yo,
escritor, apasionados por la magia de un genio que llevaba nuestra imaginación
hasta lugares insospechables.
.
Mélies nos recuerda sobre todo una cosa. Da igual las
trabas, las dificultades, los bloqueos o zancadillas que nos pongan en nuestras
vidas, nuestra mente es maravillosa y siempre puede ir más allá y hacer a un
niño cualquiera soñar por unos minutos. Y quizás el sueño de uno de esos niños
se convierta en realidad en su madurez y consiga hacer soñar a otros niños en
el futuro. Que sigan los sueños. Que siga la magia. Eso, jamás nos lo podrán
quitar.
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