miércoles, 20 de noviembre de 2013

Viaje al oficio más fascinante del mundo

“Ni tus frustraciones personales ni profesionales importan a nadie. Te reprochas haber pensado siquiera en ellas. Con el paso del tiempo, los cadáveres dejan de impresionarte, no quieres, pero te has acostumbrado a la muerte. Y es entonces, cuando te has fundido con la nada y te sientes parte de ella, que desde la redacción te anuncias que puedes volver a casa. Buen trabajo, te dicen, recordándote que el tuyo es el único oficio por el que puedes ser felicitado con entusiasmo cuando ha consistido en contar la miseria, la crueldad o la pérdida.”

Es el anterior el párrafo con el que David Jiménez acaba su relato sobre su vuelta a los lugares afectados por el tsunami de Indonesia en su libro “El lugar más feliz del mundo”. Un texto crudo, duro, que más allá de narrarnos la increíble desgracia sufrida por lugares como la devastada provincia de Aceh, en Sumatra, nos deja ver los rincones más ingratos de la vida de un reportero y aventurero intrépido.

Quizás con el paso de los años de carrera, la excesiva carga teórica de sus asignaturas, los modelos cada vez más bochornosos que se nos presentan en la prensa nacional, etc., a muchos futuros periodistas a punto de graduarnos se nos estaba olvidando la raíz de la vocación natural que un día nos hizo pensar que queríamos ser periodistas: Dar voz a los que no la tienen, visitar lugares a los que nadie en su sano juicio iría en busca de la noticia, narrar con veracidad y crudeza las injusticias y crueldades escondidas en los confines de la condición humana.

Es por ello que la presentación de la última obra de David Jiménez y su posterior coloquio con los presentes en la Sala Naranja de la Facultad de CCINFO fue para muchos como una vuelta a esa raíz, un soplo de aire fresco en mitad de la oscura nube de incertidumbre que se cierne sobre todos los que saltamos al mercado laboral de los MDC en menos de un año. No en vano, David representa todos los valores positivos del reporterismo clásico, aunque tristemente sea un rara avis en el esquema actual de medios.



Alguien lo llamó alguna vez el Kapuscinski español y, a título personal me atrevería a decir que la comparación no le viene grande. A todos los escépticos o incrédulos les recomendaría que adquiriesen o pidiesen prestado “El lugar más feliz del mundo” y se adentrasen en la realidad del injustamente olvidado genocidio en Camboya, la vida actual de una heroína de guerra vietnamita o el interminable sinsentido que mantiene en guerra a la bella Cachemira en el norte de India.


Estas son solo algunas de las historias que conforman la última obra del corresponsal de El Mundo en Asia. Como él mismo dijo en #NewPaper, el libro decepcionará a aquellos que busquen un texto de autoayuda atraídos por el enigmático título de la obra. Sin embargo, cautivará a todos aquellos que aprecian la belleza oculta en las crudas verdades que, en ocasiones por los kilómetros de distancia y en otras por la indiferencia propia de la sociedad occidental, permanecen ocultas en los rincones más inesperados de la Tierra.

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